José Eligio Ayala (Mbuyapey, 4 de diciembre de 1879 – Asunción, 24 de octubre de 1930) Fue Presidente del Paraguay en dos periodos, como provisorio del 12 de abril de 1923 al 17 de marzo de 1924 y como constitucional, del 15 de agosto de 1924 al 15 de agosto de 1928. Fue autor de varios libros.
REFLEXIONES SOBRE POLITICA NACIONAL
Para fabricar
salchichas se requieren aptitudes especiales; para ser legislador o ministro en
el Paraguay el talento y los conocimientos son superfluos. La preparación, el
carácter, la honestidad a veces estorban. Valen más ciertas contorciones y
genuflexiones del cuerpo que veinte años de estudios, que la decencia y la
probidad.
Los que ocupan
los puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para todo, pierden la
conciencia de la propia ineptitud.
En el
Paraguay para brillar con reputaciones falsas basta ser diputado, senador o
ministro. Luego, es lógico que la pasión dominante sea la de adquirir esos
puestos y conservarlos y que para eso en vez de estudiar, de prepararse y
dignificarse, se adule, se intrigue o se implore servilmente. Por esta razón la
mayor parte de los que ejercen los elevados cargos políticos son los verdaderos
arribistas petulantes. Todas las magistraturas han sido profanadas por la
inepcia más franca y por la nulidad más absoluta. Así se ha llenado el
Parlamento y los ministerios de aprendices, que se instruyen en almanaques del
año pasado y destrozan la actividad económica nacional con sus caóticas y
torpes ensayos legislativos.
Todo se hace
al azar, por tanteo, por instinto como en un acceso de sonambulismo, todo se
reforma sin necesidad y nada se reforma de lo que es preciso reformar.
En un mar
flotante de pasiones y apetitos, sin principios directores, sin sistemas, sin
conocimientos, sin brújula, la intervención del Estado en la esfera económica
se ha convertido en un oportunismo de detalle, de expediente, al día, que libra
la economía nacional al capricho de los intereses particulares pequeños del
presente.
No se respeta
el mérito, no se desprecia el vicio, nadie se indigna sinceramente contra la
injusticia, nadie es justo. Los culpables pierden la conciencia de sus faltas,
los hombres virtuosos, el pudor, y los partidos su nobleza. Buenos y malos
viven en cada partido en una camaradería hipócrita, sin sinceridad, sin
confianza recíproca, sin gratitud, sin generosidad. El interés los divide y los
une y reconcilia sucesivamente.
Los enemigos
de ayer conspiran juntos, los amigos de hoy se venderán mañana. En vez de
partidos se forman círculos esporádicos y convulsivos de pequeños ambiciosos.
Los partidos
tradicionales en vez de ser útiles a la patria, utilizan la patria; en vez de
servir sanos intereses nacionales en el gobierno, hacen que el gobierno les
sirva a ellos.
Eligio Ayala
Berna,
Suiza, 1915